Real sacerdocio
James E. Faust
Mientras que poseer el sacerdocio trae consigo grandes bendiciones, también conlleva grandes obligaciones.
Mis queridos hermanos, es siempre un privilegio y una seria responsabilidad el dirigirme al sacerdocio de la Iglesia. Quizás ésta sea la reunión más grande de sacerdocio en la historia del mundo. Deseo hablarte a ti, hombre joven, sobre cuán bendecido eres de poseer el Sacerdocio Aarónico, que también se conoce como el “sacerdocio menor”. Pero la palabra menor, sin embargo, no le resta en ningún modo su importancia. No hay nada pequeño en él, ¡especialmente cuando veo qué grandes son algunos de ustedes!
Estoy seguro de que recuerdas lo animado que te sentías la primera vez que repartiste la Santa Cena. Mientras los poseedores del Sacerdocio Aarónico preparan, bendicen y reparten la Santa Cena, ayudan a todos los miembros que participan de ella a volver a comprometerse con el Señor y a renovar su fe en el sacrificio expiatorio del Salvador. A los miembros que participan de la Santa Cena se les recuerda tomar sobre sí el nombre del Hijo, a recordarle siempre y a guardar Sus mandamientos que Él les ha dado, y a procurar tener Su Espíritu consigo. Espero que valores el sacerdocio que posees y cumplas siempre con los deberes que a él corresponden.
Hace poco leí la historia de unos diáconos que habían actuado con una actitud un tanto negligente al repartir la Santa Cena. Habían comenzado a pensar que era una tarea impuesta, algo que nadie más quería hacer. Con frecuencia llegaban tarde y a veces no vestían en forma adecuada. Un domingo su asesor del sacerdocio les dijo: “No tienen que preocuparse por la Santa Cena el día de hoy, ya nos hemos encargado de ello”.
Naturalmente, se sorprendieron al escuchar eso, pero como siempre, habían llegado atrasados a la reunión sacramental. No se preocuparon mucho cuando entraron durante el primer himno y se sentaron en medio de la congregación. Entonces fue que notaron quiénes estaban sentados en la banca de los diáconos: su asesor y los sumos sacerdotes del barrio, entre los que se encontraban hermanos que habían servido como obispos y presidentes de estaca. Todos estaban vestidos con trajes oscuros, con camisas blancas y corbatas. Pero más allá de eso, ellos mostraban una reverencia total mientras llevaban las bandejas de una fila a otra. Ese día, hubo algo más profundo y significativo durante la Santa Cena. Aquellos diáconos que se habían vuelto tan mecánicos en sus deberes aprendieron mediante el ejemplo que repartir la Santa Cena era una responsabilidad sagrada y uno de los más grande honores 1 . Empezaron a darse cuenta de que el sacerdocio es, como lo llamó el apóstol Pedro, un “real sacerdocio” 2 .
Por lo general, el Sacerdocio Aarónico, bajo la dirección del obispado, tiene la responsabilidad de bendecir y repartir la Santa Cena. En el barrio al que asistimos aquí en Salt Lake City, hay muchos fieles miembros adultos pero hay pocos en edad del Sacerdocio Aarónico. Con el correr de los años, he visto a esos sumos sacerdotes y élderes, hombres de fe y grandes logros, repartir la Santa Cena del Señor con humildad y reverencia. En un tiempo, ese grupo de poseedores del sacerdocio lo formaban un juez federal de alto rango, un candidato a gobernador del estado de Utah y otros destacados hombres importantes. Sin embargo, se sentían honrados y evidentemente privilegiados de realizar este sagrado deber del sacerdocio.
El Sacerdocio Aarónico es un gran don de poder espiritual que el Señor confirió a Aarón y a su descendencia 3 . Posee “la llave del ministerio de ángeles y el evangelio preparatorio” 4 y también comprende el “evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados” 5 .
Me gustaría decir unas palabras sobre el ministerio de ángeles. Tanto en tiempos antiguos como en modernos se han aparecido ángeles para dar instrucciones, amonestaciones y guía, que beneficiaban a las personas a quienes visitaban. No nos damos cuenta hasta qué punto el ministerio de ángeles influye en nuestra vida. El presidente Joseph F. Smith dijo: “En igual manera nuestros padres y madres, hermanos, hermanas y amigos que han dejado ya esta tierra, por haber sido fieles y dignos de disfrutar de estos derechos y privilegios, pueden recibir una misión de visitar nuevamente a sus parientes y amigos en la tierra, trayendo de la Presencia divina mensajes de amor, de amonestación, o reprensiones e instrucciones para aquellos a quienes aprendieron a amar en la carne” 6 . Su ministerio ha sido y sigue siendo una parte importante del Evangelio. Los ángeles ministraron a José Smith mientras éste restablecía el Evangelio en su plenitud.
Alma, hijo, tuvo una experiencia personal sobre el ministerio de ángeles. Siendo un joven, se le contaba entre los incrédulos e “indujo a muchos de los del pueblo a que imitaran sus iniquidades”. Un día, “mientras se ocupaba en destruir la iglesia de Dios” en compañía de los hijos de Mosíah, “se les apareció el ángel del Señor; y descendió como en una nube; y les habló como con voz de trueno que hizo temblar el suelo sobre el cual estaban”. El ángel clamó diciendo: “Alma, levántate y acércate, pues ¿por qué persigues tú la iglesia de Dios?”.
Alma se sintió tan agobiado por lo sucedido que se desmayó y tuvieron que llevarlo a su padre. Sólo después de que éste y otras personas hubieron ayunado y orado por dos días, Alma recuperó totalmente su salud y su fuerza. Entonces se puso de pie y comenzó a hablarles: “…me he arrepentido de mis pecados, y el Señor me ha redimido; he aquí, he nacido del Espíritu” 7 . Alma siguió adelante y se convirtió en uno de los más grandes misioneros del Libro de Mormón. Sin embargo, en todos los años de servicio misional, nunca habló de la visita del ángel, sino más bien, eligió testificar que conoció la verdad mediante el Santo Espíritu de Dios.
Sería una gran bendición el recibir instrucción de un ángel; no obstante, como nos enseñó Alma, su conversión final y perdurable sólo la obtuvo después de que hubo “ayunado y orado muchos días” 8 . Su conversión total vino del Espíritu Santo, que está a disposición de todos nosotros si somos dignos.
Los eventos milagrosos no siempre han sido una fuente para la conversión. Por ejemplo, cuando Lamán y Lemuel maltrataron físicamente a sus hermanos menores, se les apareció un ángel y los reprendió para que dejaran de hacerlo. El ángel también les volvió a asegurar que Labán se les entregaría en sus manos. Por un lado, Nefi creyó y obtuvo las planchas de bronce de Labán, mientras que por el otro, Lamán y Lemuel no creyeron ni cambiaron su actitud como resultado de la visita del ángel. Como Nefi les recordó: “¿Cómo es que os habéis olvidado de haber visto a un ángel del Señor?” 9 .
Hombre joven, tú estás edificando tu testimonio que se fortalece mediante la confirmación espiritual que proporciona el Espíritu Santo a través de las experiencias comunes de la vida. Aunque una gran manifestación podría fortalecer tu testimonio, es probable que no ocurra de esa manera.
Mientras que poseer el sacerdocio trae consigo grandes bendiciones, también conlleva grandes obligaciones.
1. 1.
Todos los poseedores del sacerdocio tienen que magnificar sus llamamientos, actuar en el nombre del Señor al grado de que su oficio y llamamiento lo permitan. Magnificamos nuestros llamamientos al seguir la guía de la presidencia del quórum, del obispo y del asesor del quórum. Significa preparar, administrar y repartir la Santa Cena como se nos pide que lo hagamos. También significa cumplir con otras responsabilidades del Sacerdocio Aarónico, como limpiar los centros de reuniones, colocar las sillas para la conferencia de estaca y otras reuniones de la Iglesia, y realizar otros deberes según se asignen.
2. 2.
Los poseedores del Sacerdocio Aarónico o preparatorio, tienen la obligación de reunir las condiciones necesarias para recibir el sacerdocio mayor y la capacitación sobre mayores responsabilidades en el servicio de la Iglesia.
3. 3.
Poseer el Sacerdocio Aarónico trae consigo la responsabilidad de ser un buen ejemplo, tener pensamientos puros y conducta apropiada. Adquirimos estos atributos a medida que cumplimos con los deberes del sacerdocio.
4. 4.
En tu quórum y en otras actividades, tratarás con hombres jóvenes que tienen las mismas normas que tú; y en donde se pueden fortalecer los unos a los otros.
5. 5.
Puedes estudiar las Escrituras y aprender los principios del Evangelio que te ayudarán a prepararte para servir una misión.
6. 6.
Puedes aprender a orar y a reconocer las respuestas.
Doctrina y Convenios describe los diferentes tipos de autoridad que se relacionan con el Sacerdocio Aarónico. Primero, la ordenación al sacerdocio otorga la autoridad para realizar las ordenanzas y poseer el poder del Sacerdocio Aarónico. El obispado es la presidencia del Sacerdocio Aarónico del barrio 10 . Segundo, dentro del sacerdocio hay diferentes oficios, cada uno con diferentes responsabilidades y privilegios. Como diácono se te nombra para velar por la Iglesia y para ser su ministro residente 11 . Como maestro, además de velar siempre por los miembros de la Iglesia, debes “estar con ellos y fortalecerlos” 12 . Como presbítero, tu deber es el de “predicar, enseñar, exponer, exhortar, bautizar y bendecir la santa cena, y visitar la casa de todos los miembros” 13 . Tu obispo, quien posee el oficio de sumo sacerdote, es también el presidente del quórum de presbíteros y dirige la obra del quórum.
A medida que avanzas de uno de esos oficios del Sacerdocio Aarónico a otro, mantendrás la autoridad del anterior. Por ejemplo, quienes son presbíteros todavía tienen la autoridad para realizar todo lo que hacían como diáconos o maestros. Es más, cuando en última instancia seas ordenado al Sacerdocio de Melquisedec, todavía mantendrás los oficios del Sacerdocio Aarónico y actuarás en ellos. El ya fallecido élder LeGrand Richards, que fue miembro del Quórum de los Doce durante muchos años, comprendió muy bien ese principio. A menudo decía: “Sólo soy un diácono adulto”.
Como he mencionado, la enseñanza es uno de los deberes más importantes del Sacerdocio Aarónico. La oportunidad para que tú, siendo un adolescente, enseñes con frecuencia, se presenta mientras sirves como maestro orientador, ya sea como compañero de tu padre o de algún otro poseedor del Sacerdocio de Melquisedec. Cuidar de las necesidades en forma temporal y espiritual es una parte muy importante del “velar por la Iglesia”.
El profeta José Smith dio gran prioridad a la orientación familiar. El hermano Oakley era el maestro orientador del Profeta y cuando él visitaba a la familia Smith: “El Profeta reunía a la familia y ofrecía su propia silla al hermano Oakley, pidiendo a su familia” que lo escucharan con atención 14 .
Todo hombre joven del Sacerdocio Aarónico debe tener el Espíritu consigo en su vida personal, al hacer la orientación familiar, al preparar o repartir la Santa Cena o durante otras actividades del sacerdocio. Debes evitar los tropiezos, siendo la adicción uno de los más grandes.
A todos ustedes, hermanos, les aconsejo que eviten cualquier tipo de adicción. En esta época, Satanás y sus seguidores esclavizan a algunos de nuestros jóvenes más selectos mediante la adicción al alcohol, a todo tipo de drogas, a la pornografía, al tabaco y a otros trastornos compulsivos. Algunas personas parecen nacer con una debilidad por esas sustancias y tan sólo el probarlas da como resultado una adicción incontrolable. Algunas adicciones incluso alteran el funcionamiento del cerebro y crean un deseo vehemente que domina la razón y el juicio. Estas adicciones destruyen no sólo la vida de quienes no se resisten a ellas sino también la de sus padres, cónyuge e hijos. Como el profeta Jeremías se lamentó: “Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo, creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas…” 15 .
El Señor en Su sabiduría nos ha advertido que se deben evitar por completo las sustancias que no son buenas para nosotros. Se nos ha advertido que no debemos tomar el primer trago, ni fumar el primer cigarrillo, ni experimentar con drogas. La curiosidad y la presión de los compañeros son razones egoístas para experimentar con sustancias adictivas. Debemos detenernos y considerar todas las consecuencias, no sólo para nosotros y nuestro futuro sino para nuestros seres queridos. Estas consecuencias son físicas pero también ponen en riesgo la pérdida del Espíritu y hacen que caigamos bajo las garras de Satanás.
Testifico sobre la influencia purificadora, espiritual, consoladora, fortalecedora y de restricción que el sacerdocio ha tenido en mí. He vivido bajo su influencia espiritual durante toda mi vida: En casa de mi abuelo, en la de mi padre y luego en la mía propia. El utilizar el incomparable poder y la autoridad del sacerdocio que otorga poder a los demás, que sana y que bendice, proporciona un gran sentimiento de humildad. Que vivamos en forma digna de poseer la autoridad del sacerdocio para actuar en el nombre de Dios, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
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1.
1. Adaptado de Laird Roberts, véase “El mayor de los honores”, Liahona, noviembre de 1984, pág. 40.
2.
2. 1 Pedro 2:9.
3.
3. Véase D. y C. 84:18.
4.
4. D. y C. 84:26.
5.
5. D. y C. 13:1.
6.
6. Doctrina del Evangelio, 1939, pág. 430.
7.
7. Véase Mosíah 27:8, 10, 11, 13–15, 24.
8.
8. Alma 5:46.
9.
9. 1 Nefi 7:10.
10.
10. Véase D. y C. 107:15.
11.
11. Véase D. y C. 84:111; Véase también D. y C. 20:57–59.
12.
12. D. y C. 20:53.
13.
13. D. y C. 20:46–47.
14.
14. William G. Hartley, “Ordained and Acting Teachers in the Lesser Priesthood, 1851–1883”, Brigham Young University Studies, Spring 1976, pág. 384.
15.
15. Lamentaciones 4:12.