jueves, 10 de febrero de 2011

Perlas De La Arena

General Conference / Octubre 1998
Perlas De La Arena

Ray Bateman

"Perlas De La Arena," , (octubre 1, 1998)

“Unámonos en este esfuerzo grande y equilibrado de convertir, de retener y de activar para … convertir esos granos de arena en perlas del reino de nuestro Padre”.




Abraham halló grande gracia a los ojos del Señor por su obediencia a cualquier cosa que le mandara. Bajo la dirección del Señor, Abraham llevó a su único hijo para ofrecérselo como sacrificio. Debido a ese gran amor y a la obediencia a los mandamientos, el Señor detuvo la mano de Abraham para que no lo sacrificara y lo bendijo, y le dijo: “… multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que esta a la orilla del mar …” (Génesis 22:17). La bendición de Abraham todavía sigue vigente sobre su descendencia, y el convenio que se hizo todavía les pertenece a medida que ellos vengan a Cristo. El apóstol Pablo enseñó: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:29). Tenemos la responsabilidad, como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de congregar a la simiente de Abraham y de traerlos a Cristo.

Debe ser fácil encontrarlos, porque son tan numerosos como la arena a la orilla del mar; eso significa que en realidad están en todas partes a nuestro alrededor. ¿Estamos buscando? ¿Estamos preguntando? ¿Son nuestros buenos amigos, o la gente con la que trabajamos, que no son miembros de la Iglesia, la simiente de Abraham? ¿Estamos abriendo nuestra boca para ver si podemos encontrarlos? El Salvador nos aconsejó: “Y sois llamados para efectuar el recogimiento de mis escogidos; porque estos escuchan mi voz y no endurecen su corazón” (D. y C. 29:7). Para guardar este mandamiento del Salvador, ¿hablamos sobre la Iglesia? ¿Escuchamos los susurros del Espíritu? La descendencia de Abraham escucha Su voz y no endurecerá sus corazones. ¿Los invitamos a venir a Cristo? ¿Les estamos permitiendo que escuchen Su voz?

Escrito esta “… el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mateo 13:45-46). Ustedes y yo sabemos que el Evangelio de Jesucristo es la perla de gran precio. Cada una de esas partículas de arena son la simiente de Abraham y necesitan ser cultivadas para que lleguen a ser perlas. Necesitan el amigo correcto, una oportunidad que les ayude a crecer en servicio y recibir alimento espiritual para mantenerlos, para que realmente se conviertan en perlas de gran valor en el reino de nuestro Padre.

El presidente Hinckley dijo: “Sean amistosos. Tienen que hacer un amigo antes de que puedan hacer un converso. La conversión sigue a la amistad. La oportunidad de enseñar sigue a la amistad” (Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 375). ¿Invitamos a nuestros amigos a venir a la Iglesia con nosotros? ¿Vamos con los misioneros cuando enseñan las charlas a nuestros amigos? ¿Les invitamos a que se les enseñe en nuestros hogares? ¿Los visitamos entre una charla y otra? ¿Estamos haciendo lo que el Señor desea que hagamos? ¿Abrimos la boca por lo menos? El Señor dijo “mas con algunos no estoy muy complacido, porque no quieren abrir su boca, sino que esconden el talento que les he dado, a causa del temor de los hombres. ¡Ay de estos!, porque mi enojo esta encendido en contra de ellos. Y acontecerá que si no me son más fieles, les será quitado aun lo que tienen” (D. y C. 60:2-3).

Quisiera contarles acerca del Barrio Saint Charles y de la forma en que hermanaron y nutrieron espiritualmente al hermano Jim Hueston. Jim pertenecía a otra iglesia, pero se le hacia difícil obtener locomoción para asistir a las reuniones. Nadie lo pasaba a buscar. Yo tuve la buena suerte de conocer a Jim. Le regale un Libro de Mormón y cl se comprometió a leerlo y a orar. Los miembros de la Iglesia le proporcionaron transportación para asistir al Barrio Saint Charles. Los misioneros les enseñaron las charlas y Jim leyó y oró.

Al bautizarse, Jim me preguntó a mí, su obispo, “¿Qué desea que haga? Lo llevé a mi oficina y hablamos sobre la Iglesia, le enseñé con respecto al sacerdocio y sobre lo que el Señor desearía que él hiciera como miembro de la Iglesia. Recibió el Sacerdocio Aarónico y fue llamado para servir como maestro orientador. El presidente del quórum de élderes le asigno a un compañero de orientación familiar fuerte, fiel y diligente. El hermano Hueston, al ser el miembro más nuevo del Barrio Saint Charles, se aseguró de cumplir fielmente con la orientación familiar, no sólo durante ese primer mes, sino todos los meses durante los siguientes 20 años. Ha servido en muchos llamamientos diferentes y el de misionero de estaca fue uno de sus favoritos.

Los miembros extendieron los brazos al hermano Hueston y se aseguraron de que fuera “conciudadano de los santos, y miembro de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Jim aprendió a manejar y se compró un auto para poder cumplir con la orientación familiar y con los demás llamamientos que recibió. No estamos seguros si nosotros lo mantuvimos o él nos mantuvo en “el camino recto” (Moroni 6:4). Sabemos que lo que el presidente Hinckley nos pide hoy es lo que logramos con el hermano Hueston en ese entonces.

Hable con el hermano Hueston este verano y el me contó cómo el y su compañero de orientación familiar estaban ayudando a una hermana menos activa a regresar a la Iglesia. Me dijo: “Ella tiene muchos deseos de tomar la clase de preparación para ir al templo y de entrar en él”.

Hermanos y hermanas, renovemos nuestro compromiso de buscar el Espíritu que nos ayude a encontrar a aquellos que son de la simiente de Abraham. Luego, abramos nuestra boca, hermanémoslos, invitémoslos a venir a Cristo y estemos a su disposición para apoyarlos, nutrirlos y retenerlos. Y, siempre que sea posible, acompañémoslos cuando vayan el templo. Nuestro Padre Celestial desea que toda la descendencia de Abraham regrese a Él. Unámonos en este esfuerzo grande y equilibrado de convertir, de retener y de activar, para de esa forma ayudar a nuestro Padre y a Su Hijo a convertir esos granos de arena en perlas del reino de nuestro Padre.

El Salvador dijo: “Y además, os digo que os doy el mandamiento de que todo hombre, tanto el que sea élder, presbítero, o maestro, así como también el miembro, se dedique con su fuerza, con el trabajo de sus manos, a preparar y a realizar las cosas que he mandado. Y sea vuestra a predicación la voz de amonestación, cada hombre a su vecino, con mansedumbre y humildad” (D. y C. 38:40-41).

Yo se que Él vive y guía Su Iglesia por medio del profeta presidente Gordon B. Hinckley y así lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amen.